mayo 31, 2017

«Los periodistas están para controlar a los políticos»

María Rey: «La obsesión por lo inmediato hace descuidar el rigor. Ahora hay muchos más peligros para el periodismo» Sigue leyendo

A los pies de Daoíz y Velarde, María Rey vuelve a situarse frente a una cámara. Aquí, durante 20 años dio cuenta de la vida parlamentaria. Ahora, con un libro recién sancionado –Juego de escaños (Península)-, posa para EL MUNDO como preámbulo a un recorrido por el ayer, el hoy y el mañana de la actividad política y periodística en España.

¿Compartir el entorno de trabajo con los políticos facilita el trabajo del periodista o lo complica?
El Parlamento español ha sido fiel a una relación muy cercana. Eso favorece que puedas tener un conocimiento de las cosas de fondo. Pero el roce termina creando afinidades, y tiene un riesgo: que cuando un político que te cae bien se vea sometido a una polémica tengas la capacidad o no de plantearle preguntas con la misma firmeza.
¿Existe algo parecido a un síndrome del Congreso en los periodistas destinados allí?
Existe y es fácil caer en él. La perspectiva que no se puede perder es que el periodista está para hacer una tarea de control sobre los políticos. El otro no es un colega, es un representante de los ciudadanos.
¿Qué cuesta más: aprender el proceso legislativo o encontrar hueco en los pasillos?
Lo más difícil es salirse del lenguaje farragoso, traducirlo para que los ciudadanos lo entiendan y acercarlo a sus necesidades. Saber explicar por qué es importante una cosa.
Hay entornos periodísticos más propicios a los codazos y otros a la camaradería. ¿El Parlamento de qué tipo es?
Hay un clima de colaboración entre compañeros de distintos medios muy bueno. Pero hay una explicación: aquí puede no pasar nada en cuatro horas o pasar 17 cosas en una hora. La única manera de llegar a todo es repartir el trabajo. No es el sitio éste de buscar exclusivas, porque lo que pasa, pasa a la vista de todos. Es muy difícil que puedas escaparte y ver lo que pasa detrás de una cortina sin que nadie te vea.
¿Como fuente informativa quién tiene más valor: los diputados famosos o los menos conocidos?
El que está en segunda fila a veces te da más claves porque maneja información de sus jefes y de los que están detrás. El que está en primera fila controla mucho sus mensajes y tiene más cuidado.
Las acreditaciones en el Parlamento son bastante restrictivas. ¿Los periodistas allí se sienten una especie de secta, casta, elite o tribu?
Antes éramos un puñado de medios y todos nos conocíamos. Había mucha libertad de movimiento, pero con el tiempo se fue cerrando un poco la entrada. Aquí hay gente muy normal, pero el periodista parlamentario tiene un perfil peculiar porque esto puede ser un rollo si no te gusta. En cambio, si te gusta puede ser apasionante.
¿Qué es más habitual: que un periodista le deba un favor a un político o lo contrario?
A lo mejor los periodistas pueden estar más en deuda con políticos que les dieron información sobre un tema. Pero cada uno sabe por qué cuenta y por qué escucha. Si alguien te cuenta algo es porque tiene interés en transmitir esa información. No puede pasar la factura después, el beneficio es inmediato. No hay ajuste de cuentas pasado el tiempo.
Algunos dicen que los políticos en realidad no se llevan tan mal como muestran. ¿Es eso verdad?
Casi nunca se llevan tan mal como parece; y algunos se llevan mucho peor. Es obvio que Rajoy y Sánchez no se soportan. Ni se soportaban Aznar y Zapatero. Zapatero y Rajoy se soportaban mejor. Hay gente que ha sido adversaria, pero se tiene un gran respeto. Joan Tardà, que siempre ha sido muy contundente en sus críticas al Gobierno, no quiso hablar de Ana Mato cuando el caso Gürtel porque decía que la apreciaba y era buena chica. Luego hay rivalidades dentro de los partidos que en el día a día compruebas que van más allá.
¿De los tres presidentes del Gobierno que ha conocido, cuál se entendió mejor con la prensa?
Zapatero era el que tenía más capacidad para contactar porque estuvo muchos años de diputado raso y cuando llegó arriba había cierta confianza mutua. No se ponía tan a la defensiva. Aznar es una persona por naturaleza más desconfiada. Y a Rajoy no lo tildaría de desconfiado, pero está incómodo cuando se ve rodeado por los periodistas.
¿Las nuevas tecnologías han cambiado sólo las herramientas periodísticas o el concepto informativo?
Ha cambiado todo. Ahora se busca el impacto, lo inmediato. El lenguaje periodístico es más directo, más ágil. Tienes que atrapar la atención de forma más directa. Eso ha cambiado la forma de hacer periodismo y el discurso político. Pablo Casado, que no habría cabido hace 10 años en el PP, construye un titular de 140 caracteres. Y Gabriel Rufián es un señor que habla en tuits.
¿Hoy en día es más importante estar atento a Twitter que al pasillo?
Tienes que ser multipantalla y estar pendiente de muchas cosas, porque si descuidas una, probablemente te pierdes algo. Twitter es un sector de la población muy pequeño, pero tiene una presencia importante en el discurso político e influye de forma notable en lo que dicen los políticos.
¿Qué defectos y que virtudes tienen las nuevas generaciones de periodistas frente a los veteranos?
La obsesión por lo inmediato hace descuidar el rigor. Ahora hay muchos más peligros para el periodismo y, al mismo tiempo, es más fácil. Te metes en Google y te sale la fecha, pero tienes que tener cuidado porque puede ser errónea. Ahora se da mucha menos importancia a que el dato sea exacto; vale muchas veces el dato aproximado. Si no marcamos la importancia de contrastar es muy fácil patinar. Es más fácil contaminarte porque hay más fuentes de contaminación.
¿En el nuevo mundo, tienen los periodistas menos poder que antes?
Ahora hay otras maneras de que el mensaje político llegue al destinatario. Los periodistas ya no son los intermediarios necesarios. Los políticos tienen su propio cauce, y en directo, gracias a las redes sociales.
¿La pérdida de credibilidad de la clase política afecta a la prensa?
Nosotros tampoco estamos en nuestro mejor momento y tiene que ver con la forma en la que hemos contado las cosas, con lo que no hemos vigilado. Todos estos casos de corrupción que están saliendo ahora han pasado hace muchos años. Y los periodistas no los hemos visto y, a veces, los hemos visto y alguien los ha tapado y ha evitado que trascendiese. Estamos para controlar al sistema y no siempre lo sabemos hacer.
¿Se dieron por aludidos los periodistas con el grito del 15-M al Congreso de ‘No nos representan’?
Nos quedamos muy impactados. Nos obligó a reflexionar. Yo creo firmemente en el papel de la política y de la democracia parlamentaria. Si miles de personas gritan ‘No nos representan’, yo tengo una pequeña responsabilidad en ese fracaso, porque mi trabajo es trasladar que lo que se hace aquí es importantísimo. Cuando alguien dice que lo de aquí no vale, pienso que he fracasado.
El año pasado dejó el Parlamento para volver a presentar el informativo de mediodía de Antena 3. ¿Qué es lo que más ha cambiado en ese puesto dos décadas después?
Esa capacidad de que todo se vea. La evolución tecnológica obliga a hacer constantemente llamadas de atención y ha cambiado la forma de contar las noticias en televisión. Hay muchos más elementos. Te levantas y usas una pantalla, hay varias cámaras que se mueven… Ese movimiento en plató al principio me tenía absolutamente desconcertada. Yo me había quedado en un telediario que se hacía con un presentador y su cámara. Ahora todo es transparente, hasta la mesa.
¿Por qué regresó a plató? ¿Le ofrecieron el cambio, lo pidió o se lo impusieron?
Cuando llegó el nuevo director de Informativos, Santiago González, me dijo: ‘Te recuerdo en pantalla, me gustaba tu imagen, quiero que vuelvas. Quiero profesionalidad y experiencia’. Me quedé desconcertada. Me pareció un gesto muy generoso. La pantalla siempre ha mantenido alejadas a las mujeres a partir de los cuarenta y pico como elementos a desechar. No dudé ni medio minuto.
¿Cómo surgen esos relevos de presentadores? A veces parecen responder más a premios y castigos que a criterios meramente profesionales.
Muchas veces sí. Están también las miserias personales y las rencillas detrás de cada uno. Yo estuve apartada no sé si sólo por cuestiones profesionales o por algo más. En cualquier caso, cada jefe de Informativos pone su sello cuando llega y hace cambios en pantalla. Esta profesión es muy voluble y hay que considerarse siempre de paso. Yo ahora estoy aquí; el próximo año Dios dirá.
Además de presentar el informativo con Sandra Golpe, lo dirigen. ¿Tienen plena libertad en la selección y tratamiento de los contenidos?
Debatimos mucho entre nosotras dos. Tenemos que hacer una constante negociación. La escaleta se la presentamos luego a los jefes y no te cambian cosas porque sí. A veces te sugieren: ‘No te gustaría más abrir con este tema’; pero en el momento en que tú dices que ésta es tu apuesta, ya está.
¿Hubo algún veto informativo en Antena 3 a la hora de abordar las informaciones del ‘caso Lezo’?
No hubo una restricción. Hubo una situación incómoda porque había una información que afectaba a gente que en esta casa tiene una opinión de mucho peso. Mauricio Casals no es un periodista cualquiera en Atresmedia. Es una persona de referencia periodísticamente, editorialmente y respetadísima. Esas conversaciones, que sacadas de contexto hacían mucho daño a su figura, para nosotros era doloroso contarlas de tal manera que no contribuyésemos a hacer daño, pero no podíamos ocultarlo porque iría en contra de nuestra credibilidad. Digamos que cada uno tiene sentido común para hacer las cosas con cuidado y con respeto.
¿No hubo restricciones?
No era una cuestión de que arriba te están dando una orden. Es que no hay nadie en Antena 3 que no sepa la autoridad moral y profesional que supone Mauricio Casals. Es que no se cuestiona. Es una persona muy respetada y es así.
¿Qué ha cambiado en Antena 3 con respecto a la etapa de Gloria Lomana?
Es una cuestión de personalidad y de estilo. Santiago González es una persona muy cercana, de muy fácil conversación, es muy poco intervencionista. Creó un clima bastante amable. Digamos que se destensó un poco el ambiente. La dirección anterior lo tenía bastante tenso, la verdad.
Los informativos de Telecinco y TVE superan a los de Antena 3 en audiencia. ¿Por qué cree que ocurre?
Tenemos una evolución ascendente, pero partimos de una base muy baja. Tenemos un serio problema de arrastre. Los Simpson no pegan el petardazo previo que puede producir Cámbiame. No es una carrera donde todos salgamos en la misma calle. El que sale el último, lógicamente, llega el último.
¿Un grupo privado como Atresmedia considera sus informativos una apuesta prioritaria?
Un informativo creíble da prestigio a una cadena, pero nunca son la prioridad número uno porque cuestan mucho dinero para el rendimiento que dan. Atresmedia siempre va a respetar sus informativos, pero su prioridad es ganar dinero y lo va a ganar antes con una serie que con un informativo.
¿Qué tal es la relación entre los equipos de Informativos de Antena 3 y de La Sexta?
Somos cadenas muy antagónicas. El perfil de cada una es muy distinto. Compartimos edificio, pero estamos completamente diferenciadas en la forma de trabajar. Nos dirigimos a distintos perfiles y cada uno construye su discurso en función de sus necesidades.
Pero, ¿hay mal ambiente?
No. La convivencia del día a día es muy buena. Somos compañeros más que adversarios. No competimos por el mismo público. No hay razón para ser rivales.
Desde fuera, se percibe a La Sexta en la izquierda y a Antena 3 más en la derecha. ¿Se comparte este diagnóstico dentro del grupo?
Somos muy conscientes de que el público que ve Antena 3 es básicamente votante de centro o centro derecha y el que ve La Sexta es mayoritariamente de izquierdas. La gente busca argumentos para seguir pensando como pensaba, no que le lleven la contraria. Tú cuentas las mismas noticias sí, pero trabajas en función de tu línea editorial. Eso no quiere decir que manipules.
¿Por qué siempre se les pregunta a las mujeres y no a los hombres si hay machismo en televisión?
Para el hombre no ha sido una preocupación nunca. ¿Algún hombre se ha planteado: ‘A mí con esta edad me van a mantener el año que viene’? Los presentadores tienen todos más de 50 años. En un hombre se busca la experiencia y la credibilidad; y en una mujer la juventud, porque lo principal es que adorne y lo secundario que informe. Yo con 22 años era una necia por mucho interés que le ponía, porque no había aprendido ni de la vida ni del periodismo lo suficiente para tomar decisiones. ¿Alguien se imagina que a las abogadas de 50 años les dijeran: ‘Señora usted mejor no, que ya no tiene credibilidad porque tiene arrugas’? En el periodismo nos hemos equivocado y le hemos dado más importancia al continente que al contenido. Ya es hora de que le demos la vuelta.
Pero pensar que una mujer guapa está en su puesto sólo por ser guapa puede ser también una argumentación machista.
Yo no critico una imagen bonita. Lo que pido es que lo que se le exige a una periodista delante de la cámara sea lo mismo que a un periodista, ni más ni menos. ¿Por qué pones a Pedro Piqueras? Porque tiene buen tipo o porque te da credibilidad. Pues pon también a una mujer que te dé credibilidad. Hay excepciones, pero ¿se ha buscado eso tradicionalmente? Yo creo que no.
  • Texto: DAVID SANZ EZQUERRO (EL MUNDO)
  • Foto: JAVIER BARBANCHO
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