julio 2, 2018

Massa se entrena en los Estados Unidos para la campaña presidencial

Hará un curso de pitching y tomará clases de capacitación en universidades de Florida, Texas y California Sigue leyendo

Pitch es un término inglés que hace referencia a una presentación concisa de una idea. Es una técnica que tiene el objetivo de atraer financiamiento y que se originó en la industria del espectáculo pero a la que los políticos también suelen echar mano. De eso puede dar cuenta Sergio Massa, quien decidió tomar clases de pitching en los Estados Unidos en el marco de su proyecto presidencial.

El líder del Frente Renovador viajará a Miami en la tercera semana julio para comenzar su entrenamiento en una de las universidades de la Florida. Su plan es llegar al 2019 con una propuesta clara y de impacto en un coyuntura que imagina aún más compleja que la actual.

El curso, ligado al marketing político, es apenas una mojón en el recorrido de Massa por Norteamérica. En agosto tiene en agenda un paso por la Universidad de Singularity, que se encuentra en el centro de Sillicon Valley, California, dentro de las instalaciones de la NASA. Se trata de un centro de innovación tecnológica —que reúne a jóvenes talentos de todo el mundo— rodeado de empresas emblemáticas del rubro, como Google y LinkedIn.

En abril el ex diputado ya había disertado sobre propuestas de competitividad en la Universidad de Chicago, en el estado de Illinois, en el ciclo de posgrado de Masters Argentina. Y en julio hará una capacitación en desarrollo y trabajo en América latina en la Universidad Rice, de Houston, Texas, donde los académicos son reconocidos por sus investigaciones en nanotecnología.

Su vínculo con el país de Donald Trump no es nuevo. A fines del año pasado se convirtió en una suerte de representante para la región de Giuliani Security & Safety, la consultora que el ex alcalde de Nueva York e impulsor de la «tolerancia cero», Rudolph Giuliani, montó tras su retiro en el cargo.

De hecho también tiene en agenda un inminente viaje a la Gran Manzana para atender sus obligaciones en materia de asesoramiento en seguridad y prevención, y de paso concertar una serie de encuentros vinculados a su proyecto presidencial.

Mucho antes de su raid por los Estados Unidos tomó cursos y estableció contactos políticos en China, Israel y Francia. Dice que sus viajes son el resultante de una severa autocrítica, y también de una certeza que sólo confiesa muy en la intimidad: que no debió presentarse de candidato a presidente en el 2015.

Las distintas postales del ex intendente de Tigre en el exterior, sobre todo con jóvenes emprendedores, buscan un golpe de efecto en el electorado. La idea es mostrarse como «lo nuevo» frente a «lo viejo», alistando en esta última etiqueta tanto a Cristina Kirchner como a Mauricio Macri.

Ya no se trata, en la lógica publicitaria de Massa, de romper con «la ancha avenida del medio» la polarización entre macrismo y kirchnerismo, sino de exhibir el contraste de su propuesta, en la que acentúa el tridente educación-seguridad-economía, con la de sus rivales, que a su entender fracasaron.

Si el quiebre de la relación con la ex presidenta fue en un santiamén, al pasar de ser su jefe de gabinete a sepulturero del proyecto re-reeleccionista, el distanciamiento con el actual mandatario fue lento pero sistemático.

Después de acompañarlo a Davos, para seducir inversionistas, comenzó a marcar diferencias con las políticas oficiales en materia de tarifas, jubilaciones, blanqueo, ganancias y relación con las  pequeñas y medianas empresas.

¿Oportunismo puro? ¿Confirmación del mote de «ventajita» que utilizó el propio Macri para castigarlo?  Ante la crisis económica, en los mentideros le endosaron a Massa un viejo dicho del que suelen enorgullecerse en ciertos ámbitos políticos. Es ese que habla del acecho peronista cuando huele sangre.

«No olemos sangre. Sentimos lo que le pasa a la gente y ese es la gran diferencia entre el PJ y otros sectores de la política», es la pícara réplica del joven candidato, en un claro tiro por elevación a la Casa Rosada. «Lo que pasa —dobla la apuesta cuando habla en sus oficinas de Avenida Libertador— es que Macri no administra la cosa pública. Siempre piensa como dueño».

El raid por los Estados Unidos es todo un mensaje entrelíneas también hacia el kirchnerismo, del que hace mucho tiempo tomó distancia. Está claro que Massa no levantará las banderas de lo «nacional y popular», y por eso se enorgullece púbicamente de trabajar codo a codo con Miguel Angel Pichetto, quien viró de vocero de Cristina en el Congreso a uno de sus mayores detractores. «Es un capo, es el CEO del PJ», lo ensalza el tigrense cada vez que puede.

Los elogios no son exclusivos para el senador rionegrino. También los hay para el mandatario salteño Juan Manuel Urtubey, con quien se imagina compitiendo por la sucesión de Macri, y para Florencio Randazzo, sorprendente compañero de periódicos cafés pese a sus diferencias públicas.

Massa cree que «hay 2019» y procura que su involucramiento en la rosca peronista no espante a Margarita Stolbizer, la titular del GEN. «La quiero a ella junto a Miguel Lifschitz participando dentro de este gran espacio. Ellos pueden acercar muchas propuestas», sostiene sobre su ex compañera de lista bonaerense y el gobernador de Santa Fe.

¿Puede Stolbizer estar en un mismo espacio que el kirchnerismo habiendo escrito «Yo acuso», un libro que versa sobre corrupción de la anterior gestión? Las respuesta que se escucha en las usinas massistas es sencilla: no tienen en vista, por ahora, compartir espacio con la ex presidenta. «Ella armó Unidad Ciudadana», aseguran para separarla del PJ. El argumento es lábil: lo mismo podría decirse de Massa y su Frente Renovador. Ese intríngulis no está resuelto.

De todos modos, por ahora el dirigente mantendrá su bajo perfil y evitará el choque directo con Cristina y, en especial, con Macri. “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”, repite como un mantra la frase de Napoleón Bonaparte para explicar su negativa a dar reportajes.

Si algo aprendió el ex intendente de Tigre de sus giras internacionales es a ofrecer una agenda «propositiva», como le gusta decir. A eso está abocado su staff de economistas: Roberto y Marco Lavagna, Aldo Pignanelli, Guillermo Nielsen y Martín Redrado.

«Son muy sólidos, ese es mi valor agregado», elogia, y se autoelogia, convencido de que la actual coyuntura recesiva, por contraste, eleva aún más la cotización de su equipo. Aunque sabe que no alcanza. Por eso la hoja de ruta de su proyecto presidencial incluye un entrenamiento intensivo, con cursos para saber vender sus ideas. Para que lleguen y para que logren el impacto deseado.

Acaso su comidas con Marcelo Tinelli tengan que ver con volver masivo su mensaje proselitista, pese a que por ahora el conductor del «Bailando por un sueño» no se decidió a lanzarse a la arena política. ¿Se valdrá el ex diputado de su curso de pitching para hacerlo cambiar de idea? ¿Habrá alguna relación entre estos encuentros y la posibilidad de que el economista Matías Tombolini, cabeza de lista del massismo en la Ciudad en la última elección, participe del más exitoso programa de la TV?

Hay algo seguro. El hiperkinético Massa está decidido, tanto que a fines del año pasado rechazó una tentadora oferta para presidir una empresa. Lo que quiere es presidir la Nación. Ese es su único objetivo. Y sigue entrenando para lograrlo.

  • Texto: DIEGO SCHURMAN
  • Foto:
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