diciembre 6, 2017

«El travestismo cultural de Frida Kahlo tiene un aspecto creativo»

James Oles: especialista en arte latinoamericano, dice que «hay que cuestionar los mitos» Sigue leyendo

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James Oles, especialista en arte latinoamericano.

Es la quinta visita de James Oles (Connecticut, 1962) a la ciudad de Buenos Aires. «La primera fue cuando era un chavo», dice. Vive en Ciudad de México desde 1985. Académico, investigador especializado en arte latinoamericano y curador de exposiciones en instituciones mexicanas y de la costa oeste de Estados Unidos, Oles dialoga con LA NACION pocas horas antes de su seminario intensivo en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires sobre lecturas críticas del arte mexicano. Hoy, a las 19, con entrada libre y gratuita, abordará el «travestismo cultural» en la obra de Frida Kahlo. Oles alude a la amalgama de distintas culturas indígenas en los autorretratos de la artista, que, vestida con prendas de comunidades indígenas del sur de México, continuó con una tradición del arte occidental: la fusión de legados provenientes de diversos territorios.

La muestra «México moderno. Vanguardia y revolución», ya convocó a 60.000 personas en un mes y la conferencia de Oles integra el programa público del museo porteño. Mientras desarrolla una investigación sobre la historia de la fotografía a color en México, prepara para 2020 una muestra con cien obras de Diego Rivera de los años 1920 y 1930, que se verá en el Museo de Arte Moderno de San Francisco. «Es un privilegio para Buenos Aires que Colección Malba tenga una de las cinco obras de caballete más importantes de Rivera», observa Oles en referencia a Baile en Tehuantepec, adquirida por Eduardo Costantini en 2016.

-¿Qué es el «travestismo cultural»?

-Se puede aplicar a distintas épocas y artistas en la historia del arte. Es un concepto crítico que se usa para estudiar las obras en que los personajes visten ropas de otras culturas. Quién sabe a cuándo se remonta eso, pero podemos fechar un nuevo interés en esa práctica en la época del colonialismo europeo, en relación con el Medio Oriente o con la India en el caso de los ingleses. Rembrandt aparece en alguno de sus autorretratos con un turbante y una pluma. Es una alusión muy lejana a la cultura turca y el exotismo en boga. Hay varios retratos de diplomáticos vestidos con vestimentas de otros países. Muchos criticaron esas pinturas porque sólo veían al europeo que se apropiaba de otras culturas, pero algunos sugieren que el estudio de esos cuadros es más complicado, y que ven en ellos un sentimiento de simpatía por esas culturas, en pos de una sociedad más abierta, más liberal. Vestirse nunca es algo sencillo.

-¿Y cómo piensa usted esa práctica?

-No tanto desde la historia como desde el presente. Supongo que en la Argentina se puede encontrar a hombres ricos vestidos de gauchos, pero en México la cantidad de aristócratas, turistas y artistas que usan vestimentas indígenas es muy grande. Quería entender los orígenes de esa moda en México. En el caso de Frida Kahlo, escribí sobre Autorretrato con chango y loro, en el que ella aparece con un huipil, una prenda rectangular usada por las mujeres del istmo de Tehuantepec. Ella adopta esa ropa a principios de los años 30. La lectura más simple es que quiere afiliarse con el proletario y la masa indígena del país. Ella, una chica burguesa de padre alemán, fue «mexicanizada» por Rivera, que la convirtió en la mujer típica mexicana.

-Esa es una lectura.

-Es una, pero nunca hacemos las cosas por una sola razón. Aunque es una artista sobrecomentada, acerca de la que hay demasiados libros e investigaciones, sigue siendo una de las artistas más intelectuales de México. Su obra siempre tiene más que decir. Uno puede cansarse de tanta producción sobre Kahlo y de los clichés que se repiten sobre ella. No fue la primera mujer en vestirse a la moda indígena; ya en una obra de Saturnino Herrán, de 1914, aparece una mujer vestida así. Muchas mujeres de artistas y artistas como Tina Modotti o María Izquierdo se vestían de ese modo. La intención política en los años 20 era convertir lo regional en nacional; forjar un espíritu nacionalista compartido era una de las grandes preocupaciones de los intelectuales de la revolución mexicana. Pero Frida lo convierte en algo internacional, además de combinar ropas de distintas culturas. El travestismo cultural de Kahlo tiene un aspecto creativo y es una construcción de ella, una teatralización.

-Kahlo creía que en esa región del país imperaba el matriarcado.

-Varios antropólogos ponen en duda esa afirmación. En México hay otras sociedades rurales en las que las mujeres trabajan, controlan el dinero y establecen pautas, aunque Kahlo creía que sólo en Tijuana pasaba eso. Hay muchos pueblos donde las mujeres tienen poder, pero México es un país muy machista y quizá convenía inventar una excepción al patriarcado. Cuando se investiga la obra de un artista, hay que cuestionar los mitos.

-¿Rivera y Kahlo inventaron muchos mitos sobre sus vidas?

-Más que otros. Eran grandes mistificadores de sus propias vidas. No es que mintieron; inventaron y teatralizaron, construyeron los espacios en que vivieron como escenarios y lugares de encuentro con intelectuales y artistas de otras partes del mundo. En sus diarios, en las entrevistas, se lo pasaban inventando. Me sorprende que todavía creamos lo que dicen los artistas sobre sí mismos. Hay algo de verdad en sus versiones de la historia, pero se debe cuestionar lo que dicen. Cuando Frida murió en 1954, Rivera guardó todas las cartas, fotos y los documentos de ella en un armario y pidió que se abriera 25 años después de su muerte, que ocurrió en 1957. Sentía pánico porque se destaparan los escándalos políticos y sexuales, los pleitos y los amoríos de la pareja. Ese archivo se abrió recién en 2004.

-En 1993, estuvo al cuidado de una muestra sobre el modo en que Estados Unidos «imagina» México. ¿Cómo es esa imaginación bajo el gobierno de Donald Trump?

-Después de la revolución mexicana, hubo un gran interés político y artístico de los estadounidenses. Parte del interés mundial por la obra de Frida debe atribuirse a los coleccionistas estadounidenses. Además, México era una alternativa utópica a la era de la máquina, a la vida urbana y la comercialización de Estados Unidos. Pero también se veía a México como un desastre, como el vecino distópico. Todas las teorías racistas y de temor a la pobreza se condensaban en esa mirada: México como el antiparaíso. Los artistas mexicanos aún son un fuerte polo de atracción para los estadounidenses, igual que la cultura popular. México, como Italia o la India, es uno de los pocos países con una cultura maravillosa, milenaria y compleja. Y el país distópico existe en el discurso que alienta el cierre de fronteras. México siempre sirvió como la contraparte del discurso de Estados Unidos. Para probar lo bueno, lo noble y lo perfecto que eres, necesitas a un vecino que sea lo contrario.

-Para un artista, ¿cuáles son los beneficios de vivir en una cultura abierta?

-En el mundo hay muchas cuestiones económicas y laborales sobre las que no puedo opinar, pero sí puedo decir que los artistas y los científicos se benefician de la libre circulación de gente, ideas e imágenes. Los grandes artistas son también grandes intelectuales.

Para agendar

Oles dará una conferencia pública hoy, a las 19, en el Auditorio del Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415)

 

  • Texto: DANIEL GIGENA (EL PAÍS)
  • Foto: MALBA
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