marzo 11, 2019

«Es un momento para repensar el contrato social: quién hace qué y con qué fin»

Jaqueline Pels, directora del Espacio de Negocios Inclusivos de la UTDT dice que una clave de esa economía es basarse en la penalidad sobre precios que afecta a los pobres Sigue leyendo

Que resolver las problemáticas sociales sea función del Estado y de organizaciones civiles, y que las empresas estructuren el centro de su acción en ganar dinero (más allá de los efectos de ofrecer fuentes de empleo, pagar impuestos y hacer donaciones) es una división de roles que en algún momento fue creada y que, por tanto, bien puede repensarse y rearmarse. Para Jaqueline Pels, directora del Espacio de Negocios Inclusivos en la Universidad Torcuato Di Tella , es necesario entender de dónde viene lo que hoy asumimos como «lo convencional», para permitirse desandar el camino, según el fin que se persiga.

«Cuando en la Revolución Francesa decapitan al rey, una consecuencia es que le sacan poder al papa, porque el poder iba del papa al rey. Y se saca el diezmo, con el cual la Iglesia se ocupaba de los ancianos, la educación, los huérfanos, los enfermos…», relata Pels, para analizar ese origen de la actual división de tareas. Y agrega: «El Estado, el gobierno en Occidente no se había ocupado de esos temas. Y a los de la Revolución Francesa ni se les ocurrió ocuparse de esas cosas; entonces empezaron a tener agua por todos lados y aparecieron grupos de la sociedad civil. Si entendemos que alguna vez la división actual de tareas fue creada, podemos parar la máquina y pensar. Es un buen momento en la coyuntura argentina y mundial para repensar el contrato social, qué rol hace quién y con qué finalidad».

Para Pels, una respuesta a ese rever los roles está en el modelo de negocios inclusivos, el de iniciativas o empresas (nuevas o viejas) que se proponen generar un impacto social y ambiental positivo siendo económicamente sostenibles. Dice que la Argentina es un país pionero en el tema y cree que una manera de hacer este tipo de negocios es mirar cómo actuar sobre el poverty penalty, la penalidad a la pobreza que hace que las personas con menores ingresos en una sociedad tengan que pagar más que otros por los mismos bienes y servicios.

-¿Qué es un negocio inclusivo?

-Es una iniciativa, un emprendimiento, una empresa, que tiene el objetivo de generar un impacto social y/o ambiental positivo en un determinado grupo, con una sostenibilidad económica genuina. El objetivo puede manifestarse en la cadena de valor, con promoción y desarrollo de proveedores o distribuidores. El negocio puede hacerse a través de dar respuestas a grupos de consumidores que tienen el poverty penalty(penalidad por pobreza), que implica que la gente que está un poco fuera del sistema paga más, por exactamente lo mismo, que quienes tienen determinados accesos. Por ejemplo, si tengo tarjeta de crédito, para mí el minuto de celular es más barato que para el que usa el sistema prepago; es más, yo primero consumo y después pago y el que usa prepago primero paga y después consume. El poverty penalty demuestra que la gente más humilde paga más por su condición de excluida. Si no tengo agua corriente para hacer un jugo, necesito comprar agua y me sale más caro, eso explica en gran medida por qué les fue muy bien a las aguas saborizadas: fueron a un target donde eran más baratas que las gaseosas y donde las personas ya gastaban en agua si querían usar un jugo en sobrecito. En el caso de las finanzas, Yunus extendió la práctica de dar garantía social: traé cuatro personas que digan que sos una persona de bien y te doy el crédito. Ahora, las fintechs hacen un movimiento distinto y, con big data, pueden hacer unscoring alternativo; ven quién es quién a través de datos a los que se puede acceder. Porque la pobreza no es solo una condición económica, es multidimensional. El poverty penalty mira todas esas características y, para subsanar, busca lo que sí hay, en vez de poner el foco en lo que no hay. Yunus se basó en un entramado social; las fintechs descubrieron que hay datos que, combinados, permiten estimar el grado de confianza que se le puede tener a quien pide un crédito.

-Las ONG, ¿tienden en la práctica a redefinir su rol? Hoy algunas toman el camino de hacer alianzas con empresas y entrar así a los llamados negocios inclusivos

-Muchas de las ONG se reconvierten para generar ingresos genuinos. Está el aspecto económico, el social y el ambiental, y está el espacio de la intersección, donde se ubican las empresas con doble o triple objetivo. Nuestra meta es que más empresas con foco en lo económico miren a lo social, desarrollando productos y servicios, mejorando la cadena de valor o incorporando personal de manera inclusiva. Y, a su vez, queremos que los emprendimientos con foco en lo social se muevan hacia lo económico para ser sustentables con sus propios ingresos. Tiene que ver con usar lo que hay: si una ONG es un comedor, en los horarios que no funciona dando comidas, el espacio puede usarse para otra cosa, para cocinar algo para vender o para dar un taller y cobrar el alquiler, por ejemplo. Si la organización brinda un servicio a la sociedad es porque tiene un know how y eso se puede ofrecer. Hay muchas formas de generar ingresos con los conocimientos ociosos o con la infraestructura al margen de su uso habitual.

-¿Cómo evalúa a la Argentina en cuanto al grado de desarrollo de este tipo de negocios?

-La Argentina es bastante pionera; hay buenas iniciativas bajo este modelo, como Guayakí [yerba mate], Toms [calzados], Jorge Gronda [medicina]. Algunas nacieron sin tener la conciencia de ser un negocio inclusivo; nacieron por oportunidad o por necesidad. La Argentina está bien posicionada, tiene ejemplos buenos.

-El desarrollo de este tipo de economía, ¿requiere un cambio en la formación de las personas que se dedicarán a los negocios?

-Un colega de Australia hizo un estudio para ver si el altruismo juega a favor o en contra. En el estudio se veía que la gente con más inclinación altruista pone menos atención a lo económico. Yo recomendé revisar la hipótesis, para no confundir al emprendedor con el emprendimiento. Un emprendedor que hace su movida para resolver un problema social puede no estar buscando una renta a título personal, pero si en lugar de un gerente de donaciones tiene para su negocio a alguien con un máster en finanzas, se entiende que posicionó el proyecto para hacerlo sustentable. Más allá de que sea el impacto social lo que lleve a emprender, hay que ver la forma en que desarrolla la iniciativa; si es con mentalidad de negocios se va a tender a cierto nivel de eficiencia, cierta forma de organización, ciertos perfiles de personas. Dos emprendedores con objetivo social pueden elegir caminos distintos: un modelo de negocios o uno con donaciones, por ejemplo. Vuelvo a la historia: si se entiende cómo nace el tema de los roles, se abre la puerta a elegir. Hay formas diferentes de hacer; la elección depende de la mirada, de la personalidad.

-Desde esa mirada histórica, ¿se puede entender que tenderá a generalizarse que las empresas tengan un rol social definido?

-Hablo de nuevo de contrato social, porque creo que hay una tendencia importante a cambiar roles. Si se miran los objetivos del milenio [de 2010] y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas [de 2015], se ve que la línea de 5 metas de prosperidad no estaba antes; de repente, los organismos hablan de la importancia de mirar la prosperidad, la innovación, la productividad. El mundo de las empresas empieza a mirar aspectos que antes estaban circunscriptos al mundo de la organización civil o los gobiernos. Y del otro lado, organizaciones o gobiernos miran aspectos más económicos. Hay una convergencia muy importante que llevará a desdibujar los roles y va a permitir una organización distinta, con más lógica de triple impacto, de sustentabilidad, inclusión y diversidad.

ADEMÁS
  • Texto: SILVIA STANG (LA NACIÓN)
  • Foto: ALEJANDRO GUYOT
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