mayo 27, 2019

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El obstáculo para que los medios sean creídos, claro, es la cantidad desmesurada de noticias falsas, sesgadas, inútiles o directamente estúpidas que se divulgan cada segundo Sigue leyendo

La falta de credibilidad de los medios es una realidad. Según un sondeo de la agencia Parametría presentado en 2017, apenas el 18 por ciento de los mexicanos confía en ellos, porcentaje bastante menor al de los que creen en el ejército, la Iglesia o el mismísimo IMSS, lo que ya es grave… Más optimista parece una encuesta de Mitofsky de 2018, en que la confianza en los medios obtuvo un puntaje de 6.9 sobre 10, aunque, de nuevo, por debajo de la que se tiene en las fuerzas armadas o las eclesiásticas. El obstáculo para que los medios sean creídos, claro, es la cantidad desmesurada de noticias falsas, sesgadas, inútiles o directamente estúpidas que se divulgan cada segundo. Y no pocas veces esta visión escéptica es compartida por los propios periodistas, editores y trabajadores de los medios, lo que no deja de tener un aire siniestro de autoconmiseración y confesión de parte.

Sin embargo, como lector o espectador no es que resulte imposible orientarse y distinguir lo que es serio de lo que no, a pesar de que estemos en la era de las «fake news» o «paparruchas», en una época en que los canales de presunta difusión científica emiten falsos documentales sobre aliens, sirenas, monstruos marinos y unicornios, en la que porristas levantan la mano en las ruedas de prensa oficiales para hacer preguntas a modo, y en la que el Irish News incluye una nota sobre un perro pomerania color chocolate al que, cuando le ponen el traje del osito Paddington, queda idéntico al original… (Y se ve adorable, cómo negarlo, pero es probable que hubiera noticias más urgentes que atender)

Aquí enumero unos pocos criterios personales para ponderar el valor de una nota. No estoy descubriendo el agua tibia, por supuesto. Se trata de aplicar cierto sentido común al aparente caos (sobre) informativo en que vivimos. Y, así, filtrar un poco de lo bobo, inventado o inútil que nos arrojan a los ojos.

1. La fuente es esencial. Si una nota que no es de opinión está basada en frases como «algunos piensan», «se dice», «existen posturas», hay que poner en duda cualquier afirmación que siga. Salvo los casos en que algún testigo o fuente es mantenido en el anonimato para proteger su integridad, estas frases solo maquillan rumores o simulaciones. Una nota debe basarse en lo que el reportero atestigua y de lo que puede dar fe o en lo que una fuente directa, autorizada e informada asegura (por eso es que se firman las notas: no para que la madre del que las hizo se enorgullezca). No importa que el tema sea aparentemente frívolo (algo de la farándula o del campo deportivo): si no hay fuente, no es nota seria.

2. Huya de la sociología pop. ¿Usted cree que su padre es un «baby boomer» aunque sea de Haití? ¿Y su vecino es de la «Generación X» aunque se haya pasado la vida metido en un ingenio azucarero doce horas al día? ¿Y su hijo el menor es todo un «milennial» aunque no tenga teléfono celular ni a usted le alcance para el wifi en casa? Estas presuntas «generaciones», cuyas características pertenecen a una muy forzada revisión de la vida de la clase media blanca estadounidense entre 1945 y la actualidad son tan precisas para entender a las personas y sociedades humanas como lo puede ser el zodiaco. Es decir, los «baby boomers» se parecen entre sí tanto como lo hacen los escorpio o los tauro. Cualquier clasificación que omita factores sociales, políticos, étnicos, de género, educativos y de consumo cultural y se base solo en las fechas de nacimiento será tan útil para elaborar una noticia o hacer un análisis como los «parecidos» entre los que nacen en julio o los que lo hacen con ascendente acuario o con mercurio retrógrada en el cielo.

3. Desconfíe, por favor y no siga las opiniones que mejor le sienten a su hígado, sino las que estén bien sustentadas. La ciencia se distingue de la superstición en que tiene trabajo experimental que la respalde y no habla de «vibras» o «energías» que no hayan sido previamente medidas, calculadas o al menos intuidas con una base. Y el periodismo se distingue de la propaganda o el entretenimiento en que puede equivocarse pero al menos pretende reflejar la realidad. Luego de leer, busque confirmaciones en otros medios, y asómese a informes, estudios y testimonios directos. No confíe ciegamente. Porque, como podemos ver a cada segundo, nuestra atención representa, para los medios, dinero y poder. Y, porque en serio, hay cosas más importantes en el mundo que el perrito pomerania que se parece al buen Paddington. Busquémoslas.

  • Texto: ANTONIO ORTUÑO (EL PAÍS)
  • Foto: CUARTOSCURO
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