septiembre 4, 2015

¿Debatiremos la despenalización del aborto?

El perdón papal a las mujeres que interrumpieron su embarazo resulta un buen motivo para que el gobierno incorpore la problemática en su agenda. Sigue leyendo

A mediados de 2005 Ginés González García cometió la «herejía» de proponer la despenalización del aborto.

Lo hizo a título personal pero en una entrevista periodística y siendo ministro de Salud de la Nación.

Sus palabras generaron entonces una furibunda condena religiosa. «Que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar», promovió inclemente Antonio Baseotto en una misiva.

El obispo castrense utilizó un versículo de la Biblia que todos asociaron a una metodología de exterminio de la dictadura. No era para menos: por esos días el represor Adolfo Scilingo hizo saber a todos los argentinos de qué se trataban los «los vuelos de la muerte».

Diez años después, el Papa Francisco dio muestras de que se puede leer el Evangelio sin dejar de leer la realidad. El permiso que acaba de conceder a los sacerdotes para perdonar a las mujeres que hayan abortado, y se hayan arrepentido, es un botón de muestra.

Por tratarse de una absolución temporal,  ya que solamente podrá ser concedida durante el Jubileo de la Misericordia -entre el 8 de diciembre próximo y el 20 de noviembre de 2016- muchos lo entendieron como un hecho circunstancial e irrepetible.

Sin embargo, una vez que se abre una puerta, mediante semejante desafío al cristianismo doctrinario, está la posibilidad cierta de que nunca más se vuelva a cerrar.  Esa impronta aparentemente rupturista tuvo otros mojones, como aquella vez que se negó a juzgar a las personas gay o cuando condenó los abusos sexuales llevados adelante por religiosos.

Vale preguntarse entonces porqué la Iglesia rechaza el matrimonio gay o valida el nombramiento de curas denunciados de encubrir abusos, como ocurrió en Chile. O, dicho de otro modo, porqué la Iglesia no replica las ideas renovadoras que exhibe el Papa en temas de familia, sociales, económicos y hasta ambientales.

El teólogo de la liberación Leonardo Boff no ve allí una contradicción sino «un proceso pedagógico» lento en una estructura eminentemente conservadora pero con un líder de cariz reformista.

En el tema específico del aborto, Francisco no suprime la norma pero la supedita a la misericordia. Es decir, no debate la idea clerical del pecado grave que conlleva a la excomunión. Simplemente entiende el «drama existencial y moral» de las mujeres que tuvieron que recurrir a la interrupción del embarazo.

Ese razonamiento no contempla la mirada legalista, la del derecho de la mujer sobre el propio cuerpo, ni tampoco la sanitarista, con la que una década atrás González García buscaba ponerle un torniquete a las muertes por abortos clandestinos.

El actual ministro de Salud, Daniel Gollán, retomó aquella vieja inquietud en marzo pasado, planteando la necesidad de abrir de una buena vez el debate. Pero desde la Casa Rosada, donde conviven distintas posturas, le hicieron saber que el tema no estaba en la agenda.

Nadie sabe si la flexibilización papal es un tránsito hacia un cambio profundo o se trata de un mero retoque estético. Pero sería bueno que al menos rompa la resistencia del gobierno. La despenalización del aborto figura en decenas de proyectos que duermen el sueño de los justos en el Congreso.

¿Que la máxima autoridad de la Iglesia, que además es argentino, desande el camino de Baseotto y no condene a quienes promueven políticas para poner freno a los decesos maternos animará ahora a nuestros representantes a tratar seria y profundamente la problemática?

 

 

  • Texto: Diego Schurman (Infonews)
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