agosto 31, 2017

El caso Lady Di, 20 años después: la responsabilidad de los medios a debate

Dos décadas después del accidente de la princesa continúa la polémica: derecho a la intimidad vs. derecho a la información Sigue leyendo

La princesa Diana rodeada por ‘paparazzi’.

Veinte años han transcurrido desde que Lady Di falleciera en un fatídico accidente de tráfico. El túnel de Alma de París, el 31 de agosto de 1997, se convirtió en el centro de peregrinaje espontáneo para fotógrafos y medios.

Los datos de la investigación descartaron finalmente la hipótesis, barajada inicialmente, de que fueron los movimientos de las motos de los paparazzi los que provocaron la arriesgada maniobra del conductor y el choque final.

Cosa diferente es la actitud de algunos de estos fotógrafos que, según los testimonios de los testigos y la evidencia de las imágenes del accidente, continuaron disparando sus cámaras sobre los cuerpos moribundos de las víctimas al llegar al lugar del accidente, instantes después de que se produjese la tragedia. Siete de ellos fueron detenidos.

Se revitalizó así el eterno debate sobre el enfrentamiento entre el derecho a la intimidad y el derecho a la información. Desde el punto de vista legal, esta polémica arrancó en 1890, cuando dos abogados de Boston expusieron, en un novedoso artículo, The Right to Privacy, la primera formulación moderna del derecho a la intimidad.

«Chismes insustanciales»

Los letrados Warrem y Brandeis escribieron entonces que «la prensa está traspasando, en todos los ámbitos, los límites de la propiedad y de la decencia. El chismorreo ha dejado de ser ocupación de gente ociosa y depravada para convertirse en una mercancía, buscada con ahínco e, incluso, con descaro… Con el fin de entretener al indolente, columna tras columna se llenan de chismes insustanciales, obtenidos, únicamente, mediante la intromisión en el ámbito privado».

Han transcurrido 127 años desde este planteamiento, y dos décadas de la muerte de la princesa, la sociedad de la información ha cambiado en todo este tiempo, pero el problema continúa, amplificado en los últimos años con la irrupción de las redes sociales.

El caso Lady Di sí que fue pionero en algo: puede considerarse uno de los primeros ejemplos de efecto viral en la comunicación «tradicional», pues, en los albores del internet global, la noticia de su muerte se irradió de forma casi inmediata a millones de personas y ha quedado grabada en las mentes de esa audiencia internacional de forma perenne.

«De alguna forma Lady Di fue el primer gran personaje mediático que hubo de prensa del corazón» afirma a EL MUNDO Bernardo Paz, paparazzi de celebridades, que tuvo ocasión de fotografiar en varias ocasiones a la princesa . «Una vez hicieron un posado en el Fortuna viejo, estábamos unos 100 fotógrafos. En aquella época se disparaba película, todos llevábamos todas las cámaras que teníamos. Disparaba una, ponía a rebobinar las películas, terminaba con la otra, en un momento te quedabas sin película, y escuchabas los disparos y las cámaras rebobinando, aquello era como una sinfonía».

Antonio Rubio, periodista de investigación y director del Máster de Periodismo de EL MUNDO, manifiesta que «el buen profesional sabe cuándo se debe publicar ahora o se debe publicar mañana, después de contrastar» y remite a una reflexión efectuada por Tono Calleja recientemente en las redes, donde agradece a Alfonso Armada su insistencia en verificar la autenticidad de unas imágenes, supuestamente de Lady Di y Dodi Al Fayed, dentro del vehículo siniestrado, que fueron publicadas por The New York Times y que finalmete se demostraron que eran falsas.

El fotoperiodista asegura: «Ella explotó siempre su poder mediático, ésa es mi percepción del trabajo, siempre sabía que tenía alguien detrás, nunca la ibas a encontrar fuera de juego, siempre estaba con su mejor sonrisa, mirando a todas las cámaras, en ese sentido era una auténtica profesional, tenía una gran simbiosis con todos».

Con respecto a la posible implicación de los medios en el terrible accidente que puso fin a su vida, manifiesta: «Ha habido mil teorías pero jamás me he creído ninguna de las conspirativas, aquello fue fruto de la casualidad y una dinámica maldita , de un árabe muchi-rico y un chófer drogado, y esa dinámica terminó ahí».

Las consecuencias legales para los fotógrafos que se encontraban en el lugar de los hechos afectaron directamente a sus carreras: «Compañeros míos estuvieron presentes en la muerte de Lady Di, les retiraron sus pasaportes durante dos años, sin poder salir de Francia», cuenta el fotógrafo.

El debate para Paz está zanjado: «Hoy por hoy nadie va a publicar una foto en un lugar privado sabiendo que esa foto atrás va a tener una demanda, no la voy a publicar yo, no la va a firmar ningún redactor jefe de ningún medio, ni nadie la va a publicar. El derecho a la intimidad está muy claro, está legislado«.

Rubio advierte de que en el tema legal se ha olvidado al lector: «Ha ido desapareciendo en la mayoría de medios la figura del defensor del lector. Todos los medios, de alguna manera, tenemos un cliente final, con todas las consecuencias, que es el lector, el radioyente o el tele vidente». Afirma que internet tiene cosas maravillosas, pero las prisas conducen a publicar cosas que no se documentan suficientemente: «El clicar es muy fácil, pero es sólo un elemento de referencia. En el periodismo hoy día, no todo vale, como diría el maestro García Márquez, lo importante no es ser el primero, sino ser el mejor, eso es lo que nos falta, ética«.

«¡Mataste a Lady Di!»

Para el fotógrafo, el antes y el después de la muerte de la princesa marcó la reputación de la profesión: «Cuando te veían con un teleobjetivo la gente decía ‘¡ahh, paparazzi ! Estarán detrás de un jugador de fútbol’. Después te veían con el teleobjetivo y lo único que te decían es: ‘¡Mataste a Lady Di, mataste a Lady Di!'».

Oscar Wilde escribía: «Antiguamente existía la tortura. Hoy día existe la prensa, que la sustituye… En los pasados siglos, el público clavaba a los periodistas por las orejas en la picota. Cosa realmente atroz. Hoy día son los periodistas los que clavan sus propias orejas en todos los agujeros de cerradura».

En la actualidad existen las tecnologías, los medios pueden tener sus propios criterios a la hora de difundir las imágenes dependiendo del grado de dureza. Pero es difícil establecer un filtro social. La imágenes llegan hasta nuestros bolsillos, nuestras mesitas de noche, a cualquier hora, en cualquier momento, mezclándose las fotos de nuestra prima en La Manga con las duras imágenes de los atentados de Cataluña. El debate, lejos de concluirse, se aviva cada vez más.

  • Texto: PILAR LOZANO (EL MUNDO)
  • Foto: REUTERS
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