mayo 20, 2021

¿Es que alguien aquí necesita la verdad?

El abogado y periodista Horacio Minotti relee la psicología de masas del siglo XX para pensar el peso político de los rumores en las redes. Sigue leyendo

Tras dedicarse a observar las estrategias de comunicación que despliegan algunos sectores y, en especial, la política, Horacio Minotti –abogado y periodista “por vocación”, según se define– está convencido de que se trata de mecanismos caducos porque hoy las personas tienen otras expectativas en torno al intercambio y a la producción de sentido: ideas como la verdad, lo cierto, lo comprobable establecen tensiones entre sí y disparan preguntas nada nuevas pero sí renovadas: ¿existe la verdad? ¿dónde se encuentra? ¿quién determina algo verdadero de algo que no lo es? ¿importa la verdad?

Estas preguntas aparecen en su reciente publicación La verdad sobrevalorada: Manual de control y manejo de rumores, desde el que intenta esbozar cómo debería ser la comunicación para lograr una dinámica con el receptor que también es un emisor en el entorno de las redes sociales. Por eso, en el volumen, despliega la psicología del rumor, un desarrollo teórico con vigencia durante la primera mitad del siglo XX y que casi un siglo después encuentra relecturas y nuevas aplicaciones. Así, aquellas ideas iniciales centradas en la psicología de masas y en la idea de multitudes homogéneas que eran manipuladas desde los medios masivos de comunicación ahora incorporan nuevos conceptos como la conectividad permanente a Internet y la posibilidad de transformar a los receptores de los mensajes en creadores y propagadores a través, por ejemplo, de las redes sociales. En este contexto, el rumor se transforma en el instrumento de comunicación por excelencia, explica Minotti en un intercambio electrónico con Ñ.

–¿Por qué es necesario repensar la comunicación política?

–Porque los políticos no entienden cómo llegar a la gente. La idea de un político dando un mensaje desde una tarima a un grupo que escucha y aplaude debajo es obsoleta. Seguimos viendo cómo los políticos recorren pueblos y le hablan a personas pagas a las que no les interesa qué dice. Se trata más de un mensaje interno entre políticos, pero eso no comunica. Hoy las personas participan de una comunicación de ida y vuelta, y quien no se somete a esa lógica, no se comunica de manera efectiva. Además, hay incredulidad sobre cualquier cosa que diga la autoridad. Quien se pare desde el lugar de autoridad brinda un mensaje ilegítimo, aunque el mensaje sea bueno.

–¿Desde cuándo se empezaron a instalar los rumores en la escena política?

–Hay rumores desde que el ser humano se organizó en comunidad y se empezó a utilizar el lenguaje para comunicarse. Y desde que la política existe como tal y alguien gobierna a otros. Se puede observar con la cuestión religiosa, que por siglos se usó como forma de dominación. Los reyes del absolutismo monárquico se decían puestos en ese lugar por Dios. Eso solo ya era un rumor de los tantos que se utilizaban para atemorizar o agradar al pueblo que dominaban. El rumor está desde siempre, pero hoy circula a velocidades extremas por las redes, mientras que en el pasado solo se reducía a grupos de cercanía. El rumor se transformó en un modo de establecer identidad entre los grupos, que están compuestos por gente que se cree entre sí. Así, las verdades circulan entre ese grupo. Una comunidad con un pensamiento homogéneo y propio se retroalimenta con informaciones que son creaciones propias y se otorga a sí misma la propia identidad.

–¿Es lo mismo un rumor que una fake news y de qué manera se vinculan con la idea de verdad?

–La fake news (noticia falsa) es la especie y el rumor es el género porque los rumores tienen un componente (o totalidad) de noticia cierta. Y digo esto porque la verdad es una construcción humana –individual o de grupo–. Hay poco a lo que uno, desde la condición humana, le pueda atribuir a la condición de veraz. Es veraz un decreto del poder ejecutivo porque es lo que está escrito. Pero, ¿cómo me llega un decreto? Me llega interpretado, me lo cuenta un periodista, un amigo, un avatar de Twitter. Cuando algo es contado de una forma compleja, como un decreto, el otro no entiende y se desinteresa. Esto hace que sea más fácil la interpretación que le da mi amigo o un avatar de Twitter. Asumo esa interpretación sencilla y la incorporo dentro de mi grupo de pertenencia donde circula y donde cada uno le agrega todo lo que es. Los seres humanos decoramos los acontecimientos porque tenemos experiencias vividas y una serie de emociones que completan nuestra verdad.

–¿Es esta una época en la que impera la posverdad?

–Para estar en la época de la posverdad, debemos haber tenido una época de la verdad. Y repasando la historia, no encuentro que exista tal cosa. La verdad es una construcción humana. Decir que una mesa es un rectángulo con cuatro patas es una etiqueta. Los humanos etiquetamos para decodificar la realidad con mayor facilidad. La realidad es que es una agrupación de átomos, que quién sabe qué otro tipo de descripción se le puede asignar. Esa descripción facilita su comprensión.

–¿Qué tipos de rumores existen y cómo funcionan?

–Los rumores pueden originarse por determinadas vías. Están los que parten de una voz calificada en la materia. Pensemos en un decreto que habla de cuestiones financieras o administrativas y en un periodista especializado en economía que suele hablar sobre estos temas y a quien la gente le cree. El periodista elabora una explicación y una serie de suposiciones o hipótesis de las consecuencias que puede generar ese decreto. Cuando empieza a circular, esas hipótesis pueden transformarse en información. Eso se toma como cierto en los grupos que respetan al emisor y desde ahí pasa a ser un rumor con calidad de información. También están los rumores que se originan en grupos de pertenencia que no tienen ningún tipo de relevancia científica sobre el resto de las personas. Hay rumores principales y colaterales, que alimentan o modifican al rumor original. El rumor original que se genera y empieza a circular, pasa de las redes a los medios y viceversa. Y otros colaterales lo van alimentando y transformando, y en este sentido juegan un rol sustancial.

–¿Los rumores pueden fortalecer la comunicación política?

–Pueden fortalecerla porque el rumor es el modo en que se comunica la gente. Entonces, si la comunicación política empieza a trabajar en ese diálogo seleccionado por la gente para comunicarse, será más eficiente que desde el lugar de autoridad o sabelotodo que muchos políticos eligen en su estrategia de comunicación. Es participar del tráfico de rumores por las redes sociales – máxima libertad de expresión que encuentra la gente hoy–. El juego de verdades construidas humanamente en las redes hace que para la política sea imprescindible participar de ese modo. Las personas exigen respuestas y no consideran a quien que no es parte de ese diálogo.

–¿Se puede afirmar que es conveniente generar un rumor para conseguir un objetivo deseado?

–Es más que eso. Es “la” manera. He visto políticos afectados por determinado rumor que salen a desmentirlo públicamente. Cuando vos enfrentás desde un pedestal al diálogo que la gente acepta y considera como propio, solo ratificás lo que el rumor dice: la gente le encuentra huecos a tu explicación y el rumor se fortalece. El modo de comunicar adecuadamente frente a un diálogo social en determinada red es conducirlo con rumores colaterales para darle a la gente esa información desde donde la quiere escuchar. La comprensión de las informaciones que vienen del Estado o desde ámbitos de autoridad no es creíble, pero sí lo son las interpretaciones que le damos para que sea más sencilla y que el grupo crea.

–En el libro afirma que las personas eligen superlíderes fanatizados y que –en parte– es por cómo se comunican: ¿El fanatismo facilita los rumores?

–No los facilita, los radicaliza. Digamos que tengo la hipótesis de que la democracia se debilita en muchos aspectos porque la gente no se siente representada, y las democracias modernas no podrían funcionar de otro modo que no sea a través de la representación. Frente a esta situación, se debilita el sistema y se empiezan a buscar líderes radicalizados a quienes se sigue con mucho fervor. Un ejemplo es este: en la Ciudad de Buenos Aires hay 25 diputados nacionales en la Cámara de Diputados que representan al pueblo de la ciudad. Contemplando que son alrededor de 2 millones de votos, uno tendría que conjeturar que cada diputado representa a 100.000 personas. ¿Es real que una sola persona pueda representar los intereses cruzados de toda esa cantidad de personas? Una parte apoyará y otra no, y cada vez que cambie la temática, se van a invertir o mezclar los apoyos o agravios. Esto hace que la representación política esté en un impás en su legitimidad porque las personas se creen entre sí y no a quienes “las representan”. Cuando alguien impulsa un proyecto de ley que va en contra de sus creencias, inmediatamente le coloca una etiqueta y la saca de su sistema. Deja de ser parte de su grupo de pertenencia.

–¿Cómo se comunica un líder fanático?

–Donald Trump fue un señor que manejaba su comunicación 15 minutos después de levantarse, mientras desayunaba, con palabras sencillas y con iniciativas explicadas en 140 caracteres para que la gente lo entendiese. Intuitivamente, eludía a su community manager y una parte de esos tweets eran comunicados por él mismo. Su grupo de fanáticos lo sigue con fervor, reproduce sus iniciativas y las alimenta con rumores colaterales, y su grupo de rechazo hace lo mismo a la inversa, le agrega rumores colaterales a medida que va circulando. Por ejemplo, estaban quienes defendían la idea del muro en la frontera con México y quienes se oponían. Estos debates los generan los propios líderes fanáticos pidiendo aceptación social en un contexto de pérdida de la representación democrática.

BÁSICO

Minotti es Abogado y periodista.

Horacio Minotti
Buenos Aires, 1968. Abogado y periodista.

Es abogado desde 1993 y especialista en Derecho Constitucional y Electoral. Desde 2013 fue designado presidente de la Asamblea Permanente en Defensa de la Constitución (APDC) y coordinador de la comisión de Derecho Electoral del Colegio Público de Abogados de la capital federal. Se desempeñó como profesor universitario en las Universidades de Buenos Aires y de Belgrano, y como investigador en la Universidad Católica Argentina. Fue asesor en la Cámara de Diputados. También ejerció el periodismo en Infobae y fue columnista político en Radio Belgrano. Publicó tres libros: La Fiesta de la Oligocracia; La Revolución Inversa y Teoría y Derecho de la Nueva Comunicación Pública Gubernamental.

  • Texto: Florencia Borrilli (CLARIN.COM)
  • Foto:
EL GMAIL DE DIEGOSCHURMAN