marzo 8, 2021

José Luis Fernández. Esas nuevas audiencias que nacen de la tecnología de los celulares

La omnipresencia del teléfono inteligente y sus aplicaciones generaron la necesidad de revisar el concepto de audiencia. Vidas mediáticas, el último libro del semiótico propone preguntas nuevas sobre usuarios y mediatizaciones y destaca el rol de los audios en los intercambios. Sigue leyendo

Cada disciplina construye su propio mito fundacional: la manzana en la cabeza de Newton, la cura por la palabra por parte de Freud son algunos ejemplos de ese momento serendípico donde, gracias a un evento no planificado, la historia del conocimiento dio un giro inesperado. Si esto es cierto ¿cuál sería el acontecimiento inesperado que dio lugar a las ciencias de la significación? ¿Acaso puede pensarse que un área de conocimiento tan ambiguo y de fronteras tan difusas podría jactarse de poseer su propia piedra fundamental? Vidas mediáticas, el último libro de José Luis Fernández –semiótico investigador de la UBA y la UNTREF– se sostiene en dos grandes columnas: en la que reconoce y desarrolla las teorías fundantes de la semiótica de los medios, propia del siglo pasado, centrada en las relaciones entre audiencias y contenidos en los medios tradicionales –gráfica, radio, cine y televisión- y en la que advierte la obvia necesidad de repensar estas relaciones a la luz de las tecnologías propias de nuestro siglo: la virtualidad se presenta apenas como el soporte de un haz de remisiones que, en pleno siglo XXI, parece no tener límites o tenerlos de manera imprecisa. Planteado como un estudio de las mediatizaciones inscripto en una historia de los medios de largo alcance, el libro homenajea a sus padres fundadores –Eliseo Verón, Oscar Traversa entre otros– para explorar fenómenos actuales que derivan en categorías novedosas. Pero ¿cuál es la diferencia entre un estudio sobre las mediatizaciones contemporáneas de otros análisis sobre las relaciones entre medios y audiencias? ¿qué aspectos específicos se toman en este tipo de abordaje?

Al respecto, Fernández señala que, en primer lugar, los estudios sobre medios y audiencias partían de la presuposición de que hay unas instituciones, denominadas medios por la sociedad y sus estudiosos, que emiten señales portadoras de sentido y, frente a ellos, segmentos amplios de la población que reciben esas señales en posiciones de recepción estables. ¿El modelo? La lectura de libros, diarios y revistas, la expectación cinematográfica en salas especialmente diseñadas y la televisiva desde los sillones de un hogar. Sin embargo, hay dos mediatizaciones muy importantes en el capitalismo que no responden a ese modelo: la comunicación en vía pública y la mediatización radiofónica, en ambas juega la movilidad desde momentos muy tempranos. Es decir, aun en la comunicación masiva, hacía falta revisar la noción de audiencias. El estudio de las plataformas mediáticas de la actualidad permite comprender mejor ese fenómeno poco registrado.

En segundo lugar, las nuevas mediatizaciones construyen nuevas audiencias que no solo reciben, sino que también emiten. Es decir que las interacciones pueden ser ahora visibles, aunque no sean todas las que ocurren (hay muchos usuarios de plataformas que no postean). ¿Por qué las mediatizaciones en plataformas deben ser entendidas, a su vez, como contextos sociales específicos? Porque se entra a Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, TikTok, Tinder y WhatsApp o a un Home Banking y a sus diversas aplicaciones, a realizar actividades que antes se hacían en una visita, una oficina, un club, un bar o aún en un recorrido callejero. En las plataformas, si bien lo central son los intercambios discursivos, en ellas se realizan muy diversas actividades e intercambios de la vida social.

Cada vez hay mayor exposición a la luz de los teléfonos celulares, las tablets y otros dispositivos.

Cada vez hay mayor exposición a la luz de los teléfonos celulares, las tablets y otros dispositivos.

–La idea de interacción es heredera de los estudios sobre interaccionismo simbólico desarrollado a mediados del siglo pasado, sin embargo, ¿cuáles son las reglas propias de estos dispositivos e interfaces que combinan lo real con lo virtual?

–Los que investigamos mediatizaciones nos vamos encontrando con la necesidad del enfoque etnográfico y microsociológico para comprender esas interacciones mediáticas pero que expanden lo telefónico hacia escenas al menos semipúblicas. De ese modo de entender las vidas mediáticas se desprenden tres conceptos claves en el libro: el de la complejidad operativa, es decir, complejidad por agregado de niveles y elementos provenientes de diferentes tradiciones y aun marcos teóricos; de allí, la necesidad de pensar en fronteras, entre lo público y lo privado, entre el cara a cara y la mediatización, entre lo etnográfico, lo ecológico y los intercambios discursivos, mediatizados o no y, por último, esos procesos no se registran en el universo mainstream de las preocupaciones culturales y académicas. Son procesos que se manifiestan en lo intersticial, muchas veces inadvertidamente, como el progresivo avance la inteligencia artificial y la Internet de las cosas en nuestra vida cotidiana pero que, cuando se le presta atención, estalla una complejidad de proliferación de datos que sólo el big-data podría organizar. Ahora sabemos que debemos brindar nuevos conocimientos para que los estudios cuantitativos sean más eficaces para comprender la sutileza y la extensión de los nuevos intercambios. Es por eso que decimos que estudiar mediatizaciones es estudiar la vida social: se estudian sus actividades y sus sectores sociales, pero también sus imaginarios míticos que perduran a través de lo que se consideran profundos cambios de época.

–Desde esa perspectiva, el smartphone aparece como figura central y es analizada desde distintos aspectos, uno de ellos es el tema de la movilidad relacionada con la figura del flâneur o del peatón en las grandes ciudades, ¿cómo se combina este aspecto con los discursos que advierten que el celular aísla del entorno y acrecienta una vida intramuros?

–La idea de que el smartphone aísla a sus usuarios es una simplificación típica de los opinadores, muchas veces con muchos pergaminos, acerca de fenómenos que no investigan. Hay tantas actividades, y no solo discursivas, para realizar a través de un smartphone que solo un listado superficial permitiría describir muy diversos tipos de aislamiento, pero también muchos tipos de conexión con sus contextos de uso y, muy enfáticamente, de interacción, un concepto absolutamente opuesto al de aislamiento.

–Por eso, en el libro se rescata la figura de los audionautas. ¿Pueden reconocerse como descendientes del walk-man o de la radio portátil o este tipo de circulación y escucha tiene otro tipo de sensibilidad?

–Tal vez sorpresivamente se vive una especie de auge de las mediatizaciones de sonido/audio: entre la presencia de los mensajes de voz en todo tipo de plataformas y la explosión del podcasting, sin dudas ya una nueva mediatización, bien diferente de la radiofónica y de la fonográfica. Mientras los mensajes de voz se infiltran en las plataformas generalistas, el podcasting parece generar nuevos géneros y estilos solo parcialmente relacionados con los radiofónicos. El walk-man fue claramente un paso en la individuación receptora del audio en movilidad. Un paso dentro de la expansión de la portabilidad a partir del uso del transistor en la década del 60. Fue un movimiento clave en las mediatizaciones del sonido para oponerse a la hegemonía televisiva que fijaba en el hogar a las audiencias. El audionauta es una posición de búsqueda y recepción poco estudiada; como una muestra más de la hegemonía de lo audiovisual y lo escritural que todavía resiste en la vida académica en época de plataformas. Basta con aproximarse al fenómeno para advertir que es diferente la mediatización del individuo cuando está a cargo de su propia movilidad activa (caminata, bicicleta, conducción de autos, skating, patines), muy vinculada al audio que libera la visión, necesaria para la autoconducción y que, cuando su movilidad es pasiva, bajo el control de otro (transporte público o acompañante en automóvil). En este último caso las mediatizaciones del audionauta pueden ser más audiovisuales o escriturales, como en sus posiciones de reposo.

Gente con auriculares caminando por la calle. Para Fernández, el audionauta es una posición de búsqueda y recepción poco estudiada. (Foto Lucía Merle)

Gente con auriculares caminando por la calle. Para Fernández, el audionauta es una posición de búsqueda y recepción poco estudiada. (Foto Lucía Merle)

–Oscar Traversa llamó “mixtopías” a estas intersecciones entre lo real y lo virtual, lo escritural y lo visual, el reposo y el movimiento, ¿cómo se conectan con las utopías de la comunicación propias del siglo XX como “la aldea global” de Mc Luhann, por ejemplo?

–En primer lugar, lo real y lo virtual, como lo presencial y lo no presencial se apoyan en una concepción metafísica sobre que habría un real y una presencia en el cara a cara y un virtual y una no presencia en la mediatización. Ello muestra los límites que encontró la deconstrucción posmoderna para desarmar los grandes tópicos de lo platónico-aristotélico. La vida social se construye a través de diversos verosímiles de lo real y de lo presencial, y se construyen en variantes no mediáticas y mediáticas. La noción de mixtopía captó un movimiento, que también se produjo en el pasaje entre el XIX y el XX y con origen en las revoluciones mediáticas del momento, por el que grandes propuestas alojadas previamente en libros (el nudismo, el vegetarianismo, el olimpismo, el socialismo) pasaron a los territorios de la vida social con sus respectivas complejidades. Vivimos todavía en una época mixtópica, no muy entendida como tal, en el que las distopías ficcionales ponen de manifiesto el malestar que produce esta categoría porque no pueden convivir con la ambigüedad subyacente constitutiva de la vida social. En la misma dirección, pensamos, que, para explorar el territorio de lo mixtópico, se debe partir desde lo micro hacia lo macro para anclar en el nivel meso, un nivel que es, frecuentemente, el de la articulación de las novedades. Ni lo micro, ni lo meso, ni lo macro, representan realidades sociales en sí y menos fijas; la mediatización es micro si se estudian los procesos de construcción discursivas de la especie y son macro si se quiere comprender el gran cambio social producido en el pasaje del siglo XIX al XX en el que se construyó, ni más ni menos, la noción de actualidad que las mediatizaciones digitales y en red tratan, no sin esfuerzo, de continuar comprendiendo; esto fue lo que nos propusimos hacer en y con el libro.

José Luis Fernández
Investigador y docente. 1952

Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Recibió el premio a la Producción Científica y Tecnológica de la UBA en 1994. Profesor titular de Semiótica de mediatizaciones en la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Dicta seminarios de posgrado sobre esos temas y sobre metodologías de la investigación en diversas universidades del país y del exterior. Es director de la revista Letra, Imagen, Sonido. Ciudad mediatizada. Sus últimos libros son Postbroadcasting. Innovación e industria musical (2013) y Plataformas mediáticas. Elementos de análisis y diseño de nuevas experiencias (2018).

  • Texto: Ingrid Sarchman (CLARIN.COM)
  • Foto:
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