octubre 24, 2015

‘La manipulación de ADN en embriones debe regularse’

Emmanuelle Chantier y Jennifer Doudna, ganadoras del Premio Princesa de Asturias de Ciencia Sigue leyendo

«Cuando eres científica no entra en tus planes este tipo de entrevistas. Basta un laboratorio», dice Emmanuelle Chantier (Juvisy-sur-Orge, Francia, 1968). No lejos, que no al lado, Jennifer Doudna (Washington, 1964) se conjura ante la prensa para que su ejemplo cunda: «Provengo de una familia que no tiene nada que ver con la ciencia. Quién sabe si nuestro trabajo no hará que surjan nuevas vocaciones de científicas».

Las dos se encuentran en el hotel Reconquista porque el viernes recibirán el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica. Su mérito: abanderar la revolución biotecnológica que permite reescribir el genoma y corregir genes defectuosos con un nivel de precisión inédito, además de barato. La idea es ‘editar’ la doble cadena del ADN como si de montar y desmontar un puzle se tratara.

De golpe, la terapia génica para enfermedades como el cáncer o la fibrosis quística conoce un nuevo horizonte. Eso, y mucho más inquietante y ‘novelero’, la posibilidad de intervenir sobre embriones, modificar los pasos de la evolución y, ya puestos, hacer que los efectos especiales de Parque jurásico (¿por qué no?) se limiten a la categoría del maquillaje. Todo real. Planteamos las mismas preguntas a las dos y, cada una por separado, las responden. El motivo de la ‘extraña separación’ quizá es que la patente de tan ‘wellsiano’ (por H.G. Wells) descubrimiento aún está en el aire.

Pregunta.- ¿Cuándo se dieron cuenta de que su descubrimiento tenía la importancia que tiene y, sobre todo, que podía ser tan rentable?

Jennifer Doudna.- Yo diría que no fue un momento en particular. Fue un proceso. Poco a poco, nos dimos cuenta de todas las maneras en las que esta tecnología podría beneficiar a la sociedad humana.

Emmanuelle Charpentier.- Fue un descubrimiento gradual y, hasta cierto punto, inesperado. Digamos que nuestro laboratorio se centra en el estudio de los mecanismos de la vida. Específicamente, trabajamos con bacterias. Cuando profundizamos al nivel molecular, llegamos a nuevos descubrimientos con aplicaciones para nuevas tecnologías que podían ser útiles para genetistas. Primero nos dimos cuenta de cómo funcionaba este mecanismo de corte y, posteriormente, caímos en la cuenta de su importancia y utilidad real para manipular material genético de forma muy sencilla y muy barata. Ésta es la clave, nunca fue tan simple y tan accesible a todos. De repente, lo que hacíamos, que interesaba a muy pocos, se convirtió en algo muy popular. Como si se estuviera esperando algo así desde hace mucho. Pero no fue algo buscado.

P.- ¿Cree que esta tecnología podría, en un caso extremo, modificar las reglas de la evolución humana?

J.D.- Hay dos maneras de utilizar la tecnología CRISPR [repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas] en seres humanos. La primera sería usarla en pacientes. Cuando se utiliza de esa manera los cambios no se heredan, no pasan a los hijos. La otra, efectuar cambios en los embriones humanos. Éstos sí podrían pasar a las generaciones futuras, puesto que serían permanentes en todas las células del cuerpo. Mi opinión personal es que la utilización de la tecnología en adultos se debería fomentar y favorecer para que funcione de manera segura y efectiva. En embriones es más complicado y hay implicaciones éticas. Se podría afectar a los descendientes de manera que no acabamos de comprender del todo. Tendría que haber una regulación apropiada.

E.C.- Yo tengo claro que esta tecnología tiene que ser usada para prevenir o para curar enfermedades, o para entender mejor el mundo dentro de un laboratorio. Para nada más. No se puede utilizar para elegir el sexo ni el color de ojos de nuestro hijo. No estamos aquí para transformar nada ni cambiar a nadie.

P.- ¿Y cómo se podría llegar a este tipo de control y regulación?

J.D.- Cualquier tecnología tiene el potencial de usarse para bien o mal. La tecnología CRISPR no es distinta y no creo que pueda llegarse a un acuerdo global sobre todos los aspectos de esta tecnología. Simplemente, no se va a dar. Sin embargo, sí que creo que es crítico que sean los científicos los que se reúnan para hablar de las implicaciones de los distintos usos de la tecnología. No hablamos sólo de cómo afecta al cuerpo de los seres humanos, sino también al medioambiente. Deberían poderse establecer unas pautas (no hablo de leyes o normativas) sobre el uso apropiado. En diciembre habrá una cumbre internacional en Washington y tengo muchas esperanzas depositadas en ella. Confío en que, por lo menos, se obtenga un resumen de las distintas perspectivas que hay que tener en cuenta y un plan para el futuro.

E.C.- Nuestro laboratorio trabaja con bacterias y eso quiere decir que las reglas de control son muy estrictas. Tanto laboral como éticamente. Somos conscientes de que esta tecnología es muy potente y, en consecuencia, tenemos claro el miedo que genera. Pero, por muy peligrosa que sea, no es una situación nueva. Ya ha ocurrido en la historia de la ciencia y en la historia reciente. Puede haber siempre terrorismo biológico, pero ya se ha demostrado que somos capaces de controlarlo. Es controlable, basta tener la voluntad para definir las reglas y alcanzar un consenso. Es más difícil conseguir un descubrimiento como éste que llegar a un acuerdo para evitar sus consecuencias no deseadas.

P.- Vayamos a lo concreto, ¿podemos pensar en que esta técnica nos haga más guapos, altos y, menos frívolo, más inteligentes?

J.D.- Hoy por hoy es difícil. La tecnología lo permite, pero aún no sabemos cómo hacerlo, dónde intervenir para conseguir ser más listos.

E.C.- Tecnológicamente no hemos llegado a algo así. Pero aunque fuéramos capaces, tengo claro que en Europa no podría pasar algo así. Está prohibido. En Estados Unidos, sin embargo, no lo tengo tan claro.

P.- ¿Es posible, al contrario, eliminar la esencia del ser humano, sea ésta la que sea?

J.D.- Esto es lo que maravilla a la vez que asusta. En principio, esta tecnología permitiría unos cambios muy importantes en el ADN humano. Sin duda, podría afectar a la misma especie humana en su conjunto. Por eso, lo importante y urgente que resulta generar un entendimiento global. Porque, en efecto, es demasiado fácil usarla y hacerlo no el sentido correcto. Siempre habrá una interrelación entre el conocimiento de nuestro genoma y la tecnología que nos permita cambiarlo.

E.C.- No creo. Además, no hay que magnificarlo todo. Es una herramienta y es controlable. Todos los días en todos los laboratorios se manipulan genes para entender el mecanismo de la vida y no ocurre nada terrible.

P.- Si les pido que comparen este descubrimiento con otro de la historia de la medicina…

J.D.- Digamos que este descubrimiento es la consecuencia de otros muchos que empezaron quizá con el descubrimiento de la estructura del ADN; luego siguió con la reacción en cadena de la polimerasa que permite hacer muchas copias del ADN, y un tercero acto fue el trabajo en los 70 cuando se consiguió utilizar proteínas bacterianas para cortar fragmentos de ADN y hacer la clonación. También esto fue muy discutido.

E.C.- Sí, el campo de la biología molecular se ha desarrollado mucho en los últimos años y éste es un paso más. No creo que sea comparable, por ejemplo, al descubrimiento de la penicilina, aunque se haya partido en los dos casos del estudio de bacterias. Pero la penicilina es un producto natural con un efecto natural. CRISPR es un sistema natural, pero extraño con una mayor posibilidad de aplicaciones. Sus efectos se verán con el paso del tiempo.

P.- ¿Se podrá en el futuro mezclar el ADN de dos especies animales? Pienso en la película Parque Jurásico.

J.D.- Sí, se podrá, pero será muy peligroso. Pero no conocemos aún los genomas para hacer eso y dar con un organismo viable. Pero cambiará. Con cierta regularidad se habla de recrear especies como el mamut. Hay un científico empeñado en volver a crear especies de aves extintas. Sí, algo así como enParque Jurásico.

E.C.- Bueno, somos científicos. Solamente. Me limito a observar cómo funcionan determinados mecanismos y cuando doy con una explicación me alegro por ello. Si eso luego tiene una aplicación medicinal que cura a la gente, mucho mejor. No somos locos intentado buscar aplicaciones peregrinas a nuestro trabajo.

P.- ¿En qué momento legal está la discusión por la patente?

J.D.- Soy científica y mi única preocupación es que la tecnología resuelva problemas reales y eso lo hacemos en laboratorios donde no hay problemas de patentes. Otro asunto es el de la empresa privada. Llevará tiempo organizar este tema. Afortunadamente, el problema de las patentes no está ralentizando la investigación.

E.C.- Prefiero no hablar de ello. Los abogados están ocupados en ello. No estoy segura de que las dos hayamos llegado a la vez al mismo descubrimiento, por así decirlo. El pasado de cada una de las investigaciones es diferente. El futuro dirá quién tiene razón. Veremos.

  • Texto: Luis Martínez (El Mundo)
  • Foto: EFE
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