julio 10, 2023

Martín Llaryora «La generación de Juez cree en la destrucción, la nuestra en la construcción»

«Posiblemente esta elección sea la defunción de las dos coaliciones de la grieta», afirma Martín Llaryora en una entrevista con LPO. Sigue leyendo

Martín Llaryora construyó esta candidatura a gobernador con paciencia infinita, rebeliones pactadas y rosca multipartidaria: amigo del Colorado Santilli desde cuando ambos eran de jóvenes peronistas con Ramón Ortega; sobrevoló el Grupo Sophia; probó el sillón de Rivadavia en una vista a Néstor Kirchner; y convirtió en bastiones peronistas dos territorios históricamente radicales, las ciudades de San Francisco y Córdoba, siendo intendente de ambas, un hecho inédito.

Su crecimiento político, él lo reconocerá en esta entrevista con LPO, está atado a las crisis: cuando se hizo cargo de San Francisco tras desbancar a Hugo Madona, un radical aliado a José Manuel de la Sota, el municipio estaba quebrado. Cuando le tocó asumir como ministro de Producción, en diciembre de 2013, el comercio de Córdoba estaba fundido, tras el violento acuartelamiento policial que desató una ola de saqueos generalizados. Cuando venció a Rodrigo de Loredo y a Luis Juez en la elección municipal de hace cuatro años, la gestión de Ramón Mestre tenía altísimos niveles de desaprobación, al punto que el radical sólo logró 8 por ciento de los votos en la ciudad que administraba.

Cuando su padre Luis, dirigente bancario, debió esconderse de la persecución militar, él convivió durante meses con sus vecinos García Aresca: Ignacio, su «hermano de la vida», lo sucedió en la intendencia de San Francisco y ahora ocupa una banca en Diputados. Pablo, el tercer «hermano», es asesor letrado en la Municipalidad de Córdoba. Ignacio y un puñado de amigos y dirigentes conforman la mesa chica del llaryorismo, que de tan chica se la conoce como «la mesa ratona».

Su esposa, Marcela Vittore, es defensora oficial en el Poder Judicial, y su ranking de juicios ganados la ubica entre las mejores de la provincia. En el círculo íntimo de Llaryora dicen sin dudarlo: «Martín sacrificó a su familia por esto». «Esto» es su carrera a la Gobernación, que tiene como próxima valla la elección del 25 de junio, cuando enfrentará a un veterano de ese ring: Luis Juez, quien intentará ganarle al peronismo por tercera vez: estuvo a un puñado de votos de lograrlo en 2007, con Schiaretti; no pudo con De la Sota en 2011; y resta saber si podrá con Llaryora en 2023.

El sacrificio es haberse radicado en Córdoba, a 215 kilómetros de distancia de su San Francisco, para construir desde la gestión más compleja que tiene esta provincia su salto a la cúspide del poder cordobés. Hasta ahora, ningún intendente de Córdoba en ejercicio logró hacerlo. Para los propios, es una señal de la «ambición por servir» que tiene Llaryora; para sus opositores, un reflejo de su «sed de poder».

-¿Cuál es la génesis de la decisión de llevar a la radical Myrian Prunotto como candidata a vicegobernadora y a Javier Pretto como compañero de fórmula de Daniel Passerini?

-Estoy convencido de que Argentina tiene condiciones positivas para un pueblo: no tenemos problemas religiosos, no tenemos problemas raciales, no tenemos guerras. A la par, tenemos una potencia productiva: no vamos a discutir el agro e imaginamos lo que sería Córdoba sin las retenciones, que claramente es un castigo no sólo para el productor porque nos quita dinero a todo el sistema productivo. Aún así, el complejo productivo agropecuario sigue avanzando. Importamos gas pese a tener la segunda reserva de shale gas del mundo; mientras en Córdoba hicimos 3.400 kilómetros de gasoductos, el Gobierno nacional no pudo terminar uno. Tenemos litio, tenemos costas pesqueras; y además somos apenas 50 millones de habitantes. Esa descripción del país no se condice con el 50 por ciento de pobreza.

Estoy convencido de que Argentina tiene condiciones positivas para un pueblo: no tenemos problemas religiosos, no tenemos problemas raciales, no tenemos guerras.

-¿Es sólo incapacidad política?

-Claramente. Y la mayor incapacidad es la de lograr acuerdos estructurales, acuerdos que muestren certezas: certeza de rumbo, que muestren sobre determinados objetivos comunes no va a haber movimientos bruscos; y extender esos acuerdos, porque con la política no alcanza, a sectores institucionales: sectores industriales, gremiales, académicos, religiosos; construir puntos de consenso que nos den una seguridad de inversión nacional y extranjera. Si no gobernamos para generar trabajo, fracasamos. Si sigue la grieta siendo el signo de este tiempo, se impiden esos acuerdos.

-¿Hay condiciones objetivas para esos acuerdos?

-Veo la necesidad. Pero también está la incapacidad de los dirigentes que lideran de no construirlo. Claramente esos dirigentes son parte del problema. Por eso es importante lo de Córdoba y la coalición que armamos: porque no podemos pedirle a los demás que hagan lo que no estamos dispuestos a hacer nosotros. Hicimos un gran acuerdo cordobés, construimos un ‘partido cordobés’, y sumamos a dirigentes de diversos partidos y sectores. Por eso generamos un clima que no hay en el resto del país; se dialoga con todos los sectores, y eso genera una situación institucional que también debe ser valorada. No es casual que Córdoba sea la provincia que más empleo privado genera.

-Un esquema de «partido cordobés», ¿no genera peligros de desbalance institucionales entre oficialismo y oposición? ¿Córdoba no va, en caso de que ganes la elección, hacia un esquema como el del Movimiento Popular Neuquino u otros esquemas provinciales/feudales?

-Siempre hay oficialismo y oposición. Ante una coalición amplia que construye consensos, siempre hay lugar para las oposiciones. No veo ningún peligro. Sí veo peligro en no llegar a acuerdos nacionales, porque nadie se va a desarrollar en la Argentina si Argentina no se desarrolla. Y no va a desarrollarse si la inflación sigue en el 150 por ciento, nadie va a desarrollarse en un país con más del 50 por ciento de los niños en situación de pobreza; ese es el peligro real. Y de ese peligro sólo se sale con un acuerdo. Un acuerdo en el que hay que ceder; ceder para crecer. Entonces, en esa construcción, cedimos lugares importantes de la coalición, como la vicegobernación. La primera vicegobernadora radical de la historia de Córdoba lo va a ser por esta coalición (Myrian Prunotto).

Argentina no va a desarrollarse si la inflación sigue en el 150 por ciento, nadie va a desarrollarse en un país con más del 50 por ciento de los niños en situación de pobreza; ese es el peligro real. Y de ese peligro sólo se sale con un acuerdo.

-¿Qué costo interno pagaste por elegir a Prunotto sobre otros precandidatos peronistas (Natalia de la Sota y Juan Manuel Llamosas)?

-No sé, lo veremos el 25 de junio, pero estoy convencido de que había que hacerlo. Nadie pierde en esta coalición su corazoncito ideológico. En un acuerdo nacional pasaría lo mismo: ninguno dejaría de ser lo que es, sino que se pondría la camiseta de Argentina. Y en ese acuerdo tiene que ser central el plan de obras, como el que plantea la UIA en su «Libro Blanco» con obras y políticas de desarrollo estratégico. ¿Cuánto vamos a esperar para las obras estratégicas? Entonces, podríamos empezar con un acuerdo de obras. Debe haber dos planteos en paralelo: el de estabilización de la macroeconomía y el de desarrollo estratégico para generar trabajo, y a este último no todos lo tienen presente. La estabilidad de la macro sin desarrollo de trabajo consolidará la marginalidad, que es un caldo de cultivo para el narcotráfico.

-Cuando Schiaretti y Rodríguez Larreta se encaminaban hacia un acuerdo, Luis Juez lo obturó. Juez valora positivamente haberlo impedido. ¿Cuál es tu valoración política, no habrías hecho lo mismo que Juez?

-No, somos de otra generación con Luis Juez. Nosotros, como generación, creemos en la construcción. La generación anterior, la de Juez, cree en la destrucción, en la grieta, como mecanismo político. Plantean su valoración desde la diferenciación. Nosotros creemos en la construcción y el consenso. Cuando surgió la posibilidad del «frente de frentes», como lo plantea Schiaretti, a mí no me importó cómo me afectaba en mi proceso electoral. Ninguna de estas decisiones son inocuas en una elección local, pero de ninguna manera yo iba a impedir que Schiaretti integre un gran frente nacional, que es una actitud loable de Schiaretti que está pensando en Argentina. Juez tuvo una mirada mezquina. Yo, como gobernador de Córdoba, voy a trabajar en impulsar ese acuerdo.

La «nueva generación»

Llaryora se autopostula como el referente de la nueva generación del peronismo, el líder en la sucesión del proceso histórico iniciado por José Manuel de la Sota el 20 de diciembre de 1998, cuando destronó al radicalismo del Gobierno provincial. Por eso dice que a él lo «desvela» transmitir a los votantes el oxímoron continuidad con cambio. «Tenemos que garantizar que los valores que han llevado a Córdoba a estar en este lugar, que hoy es la provincia número uno de la Argentina, continúen, pero también somos una nueva generación y como tal tenemos que subir un escalón: vamos a hacer un mejor gobierno al que José y Juan, y ese mejor gobierno va a tener la incorporación de los nuevos temas de la agenda generacional, la agenda de este tiempo».

Juez y De Loredo te sindican de ser la puerta de entrada del kirchnerismo a Córdoba…

-Los kirchneristas me acusaron de ser macrista por la incorporación de (Javier) Pretto, que viene del PRO, y los macristas me acusan de ser kirchnerista. Son dos sectores de la grieta que no entienden que hicimos un partido cordobés, y tampoco entienden que en el país hay que hacer un partido argentino. No van a entender lo que estamos construyendo: favorecer los objetivos comunes para encarar las transformaciones que nuestra generación necesita, haciéndolo a partir de distintas miradas. Hoy, esos extremos no son parte de la solución de Córdoba, son parte del problema.

-En ese fuego cruzado están Rodrigo de Loredo y Gabriela Estevez, jefa de La Cámpora en Córdoba, que son co generacionales. Entonces, siguiendo tu análisis, trasciende a lo generacional.

-Yo no voy a opinar con nombres propios. Una visión de estos nuevos tiempos no es una visión de edad, sino de entendimiento de por dónde puede ser la salida del país.

Los kirchneristas me acusaron de ser macrista por la incorporación de (Javier) Pretto, que viene del PRO, y los macristas me acusan de ser kirchnerista. Son dos sectores de la grieta que no entienden que hicimos un partido cordobés, y tampoco entienden que en el país hay que hacer un partido argentino.

-En la hipótesis de que ganás la elección del 25. Se vislumbra un fuerte ajuste fiscal para los próximos gobiernos. ¿Cuál es tu análisis respecto de ese punto y cómo pensás encararlo?

-Yo estoy preparado para cualquier escenario, particularmente para escenarios difíciles. Cuando fui intendente de San Francisco me tocó en una crisis; cuando fui ministro de Industria; me tocó después de una crisis; y ni hablar la ciudad de Córdoba que ya estaba en crisis y me tocó esta recesión y la pandemia. Estamos preparados para los avatares que vengan, pero soy un esperanzado de la Argentina y yo creo que está con todas las posibilidades de ser un gran país. Claramente hay un problema de gestión. Lamentablemente, los extremos de la grieta no entienden de producción, sólo hablan de las finanzas y de capitales especulativos. Dejame tener esperanza de que Juan Schiaretti va a ser el próximo presidente, porque es quien entiende esta necesidad de estabilidad macro con desarrollo productivo.

-Ambas coaliciones enfrentan procesos internos de final incierto. En tu análisis, ¿esos espacios podrán reacomodarse después de las Paso?

-Esos dos espacios no entienden el momento histórico. Posiblemente, esta elección plantee la defunción de ambas coaliciones; y la sorpresa sea Milei.

-¿Te preocupa la irrupción de Milei?

-No, a mí lo que me preocupa es que no se den cuenta del estado en que está Argentina: están pensando en un escenario electoral de hace cuatro años, y no en el de la crisis actual: post pandemia, con una inflación galopante, con una pobreza tremenda. Los argentinos les van a pasar factura porque ambos extremos de la grieta gobernaron.

-¿Por qué ganarías la elección después de un cuarto de siglo de gobierno peronista?

-Hace 25 años yo tenía 26. Cuando se habla de esa continuidad de De la Sota y Schiaretti, ese discurso de la oposición podría haber cerrado. Pero creo que los cordobeses saben que soy otra persona; que no planteo una continuidad lineal, sino que voy a conservar lo bueno que ambos hicieron, pero con otra generación que amplió la coalición, vamos a hacer cambios medulares que van a poner a Córdoba como la mejor provincia Latinoamérica; cambios de transformación digital, de reformas educativas, reforma de salud, reformas en materia de seguridad. Nos animamos a hacer planteos totalmente disruptivos. Están forzando una gran mentira porque, primero, yo no soy continuidad porque no somos iguales; y segundo, nuestra coalición no tiene nada que ver con las coaliciones anteriores, por eso hoy somos un partido cordobés.

Voy a conservar lo bueno que hicieron De la Sota y Schiaretti, pero no planteo una continuidad lineal. Con otra generación que amplió la coalición, vamos a hacer cambios medulares que van a poner a Córdoba como la mejor provincia Latinoamérica.

-Una de tus propuestas «disruptivas» es que el Ejército participe del combate al narcotráfico, una medida que requiere de una legislación nacional ¿Por qué el Ejército debería hacerlo; sobre todo porque fracasó en otros lugares?

-Vengo de una familia perseguida por la dictadura. Pero hay que entender que la dictadura y los genocidas han sido juzgados. Las fuerzas armadas actuales son fuerzas de la democracia: no debe quedar un sólo militar en actividad que haya participado de ese genocidio. Entonces, a ese Ejército que tenemos en un país como el nuestro, sin posibilidades de conflicto externo, lo tenemos que utilizar. Es una fuerza con alta capacidad de impacto y de despliegue logístico y estratégico; entrenada y con vocación. Hemos visto al Ejército trabajar acá durante la pandemia. Tenemos una capacidad dormida. Entonces, hay un planteo ideológico, y no un planteo real. Tenemos ciudades como Rosario, con más de 130 homicidios… ¿cuántos homicidios vamos a esperar?

¿No debería ser una tarea de fuerzas federales?

-Claramente las fuerzas provinciales fueron superadas, y la Policía Federal no existe en el interior. Con una mirada porteña, dicen que la Policía Federal debe combatir al narcotráfico. ¿Con qué recursos si no existe en el interior? Pero sí existe el Ejército. Entonces, hay que cambiar la legislación y ponerlo a combatir a las grandes organizaciones, que son internacionales y con recursos muy importantes. Creo que el Ejército debe ingresar a situaciones como la de Rosario. Porque el narcotráfico va a tomar Rosario y va a ir por otra ciudad. Como próximo gobernador de Córdoba me animo a plantear el tema y decir que hay que debatirlo de manera urgente. Igual que el narco tests para funcionarios e integrales de las fuerzas de seguridad: un funcionario no puede consumir porque para hacerlo debe comprar en el circuito ilegal, entonces ese funcionario, ese policía o ese juez, lejos de combatir al narcotraficante, se vuelve su cómplice.

  • Texto: LAPOLITICAONLINE.COM
  • Foto:
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