mayo 3, 2017

México: periodistas frente a sicarios

102 informadores asesinados desde el año 2000 en el país norteamericano, cuatro ya en 2017 Sigue leyendo

Cartel en una concentración en Ciudad de México tras el asesinato de un periodista.

El 10 de diciembre pasado era asesinado a balazos al salir de su casa el periodista Jesús Adrián Rodríguez en Chihuahua (México). Un día después, otra reportera de la misma zona escribe un whatsapp: «Estoy aterrorizada, ayer balearon a un compañero y a mí me han amenazado de muerte. Tengo que desaparecer». El miedo le impulsó a tomar medidas: «Me han localizado por mis redes sociales y me han mandado un vídeo de advertencia. Voy a desaparecer del todo», explica en otro mensaje en el que adjunta imágenes en las que se ven ejecuciones que parecen del ISIS. Desde entonces su teléfono ha sido desactivado y ha borrado todas sus redes sociales. Conocidos suyos aseguran que está viva. Escondida.

El pasado 23 de marzo, también en Chihuahua, era asesinada a balazos Miroslava Breach, corresponsal del periódico La Jornada y colaboradora y ex directora del periódico Norte de Ciudad Juárez. Junto al cadáver de la periodista, comprometida en denunciar la corrupción y la violencia en su Estado, los asesinos dejaron un mensaje: «Por lenguona». Semanas después, Norte anunció el cierre de su edición impresa y finalmente también de su web. Si se abre ahora su página en internet aparece el recordatorio de los días que el asesinato de Miroslava lleva impune.

Estos hechos son ejemplos de situaciones que se repiten en diversos estados de México y retratan el complicado trabajo periodístico en las zonas donde la corrupción y el narco campan a sus anchas. Los periodistas están condenados a ejercer su profesión sabiendo que les pueden matar en cualquier momento, si no acceden a venderse al poder de las drogas y del numeroso grupo de políticos corruptos que no dudan en aniquilar a sus adversarios.

En 2016, México fue el tercer país donde más periodistas fueron asesinados, 11, sólo por detrás de Irak y Afganistán con 15 y 13 respectivamente, según datos de la Federación Internacional de Periodistas. Desde el año 2000, han sido ejecutados 102 informadores en el país y en lo que va de 2017 ya van cuatro víctimas mortales. El último fue Maximino Rodríguez, asesinado el 4 de abril de cuatro tiros.

Lubín Jiménez es un veterano periodista que desde hace años trabaja en una de las zonas más violentas y complicadas de México: Tamaulipas. Hoy dirige un programa de noticias de la cadena MVS, en Tampico. «Desde 1996, al menos en cinco ocasiones, he recibido amenazas, algunas muy veladas y otras fuertes. Llamadas a mi teléfono, mensajes de pseudopolicías o advertencias a través de intermediarios. ‘O te la cortas o te levantamos’, ha sido el mensaje más elocuente que me ha llegado», explica a EL MUNDO.

Pero Jiménez ha tenido que soportar algo más que amenazas. «En agosto de 2013, individuos que dijeron pertenecer al Grupo Operativo Zeta me interceptaron. A la persona que me acompañaba la bajaron de mi camioneta y se la llevaron en otro vehículo. Nos metieron en el monte e interrogaron durante dos horas para saber si éramos del cártel del Golfo. Su líder al saber que era periodista me dijo: ‘¿Sabes lo que le hacemos a los periodistas que se meten por acá? Los matamos’, mientras un tipo me apuntaba al pecho con un R-15. El líder Zeta finalmente hizo una llamada y nos dejó marchar diciendo ‘es vuestro día de suerte'».

La Libertad de Prensa -cuyo Día Mundial se celebra hoy en todo el mundo- está muy limitada en México. «¿Quién es totalmente libre para hacer periodismo en Tamaulipas si se trata de crimen organizado?», plantea Jiménez. «En 2014 hicimos una serie de editoriales en MVS sobre una escalada de violencia que dejó una veintena de muertos en Tampico. En ese tiempo nos advirtieron tanto los buenos como los malos: ‘Bájenle de huevos o van a tener problemas'», recuerda este periodista acostumbrado a convivir con un miedo extensivo a su familia. «Hace muchos años entre el propio narco había códigos de honor; si los desafiabas el asunto era sólo contigo, no involucraban a nadie más. Ahora no se sabe», dice.

Ever Chávez es un periodista radiofónico mexicano que trabaja desde 2001 en Ciudad Juárez, la urbe que se convirtiera en paradigma de la crisis de violencia de México a finales de la década pasada, cuando cientos de cadáveres se amontonaban en sus calles. «Recibí amenazas de 2007 a 2011. Tuvimos que dejar de leer en la radio las narcomantas (pancartas) que aparecían en la ciudad, porque los criminales nos acusaban de ser voceros del otro grupo rival», señala este periodista de Radio Net, víctima de todo tipo de avisos: «De un número privado me llamaron advirtiéndome: ‘Bájale cabrón’. Y lo hice, porque aquí una amenaza se ejecuta», recuerda.

Aunque Ever tuvo una experiencia aún peor. «En Michoacán entrevisté a un alcalde que decían estaba relacionado con el cártel de los Caballeros Templarios. Le pregunté por el tema y cuando acabé la entrevista, ya sin micro, me dijo: ‘Igual que me pueden matar a mí, te pueden matar a ti’. Cuando se lo conté a las autodefensas me sacaron de allí escoltado inmediatamente. Ni recogí las cosas en el hotel porque me avisaron de que si me había amenazado me iban a matar. Salí por Jalisco y tomé un avión en horas«.

Ever, que ha visto morir a varios compañeros, reconoce la autocensura: «Alguna vez pensé en dejarlo. Como reportero sabes que hay información que no debes dar. Hay jefes que te protegen y te dicen que no des esa cosa que está demasiado caliente y otros arriesgan tu vida. Crimen organizado y poder político son la misma amenaza», concluye.

Todo este panorama ha colocado a México, según el reciente informe anual de Reporteros sin Fronteras, que no sólo mide homicidios, sino también coacciones y otras formas de agresión, como el tercer país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. Sólo le superan Siria y Afganistán. «Cuando los periodistas cubren temas relacionados con el crimen organizado o la corrupción política (especialmente a nivel local), se convierten inmediatamente en objetivos y son a menudo ejecutados a sangre fría«, subraya la organización internacional. La mayoría de estos crímenes quedan impunes.

  • Texto: EL MUNDO
  • Foto: AFP
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